viernes, 22 de marzo de 2013

Ayer perdí mi última pelea.

Esta mañana cuando estamos a unas pocas horas de realizar nuestra estación de penitencia y sin tener la certeza de que la podamos realizas por culpa de la climatología, me a llegado esta carta de nuestro Hermano Antonio Hidalgo, en ella me a echo recapacitar y darme cuenta del amor que sienten nuestros costaleros por su bendita madre. Este Viernes de Dolores quizás no porte a la que todo lo puede, pero seguro que su corazón estará latiendo a la misma vez que el nosotros, que iremos a sus plantas, en esa morada divina que se llama parihuela.

Un abrazo muy fuerte hermano.



    Aquí está. Así ocurrió:


    Ayer perdí mi última pelea.

    Que nadie se lleve las manos a la cabeza, y piense en una disputa y puños de por medio.

   En la tarde de ayer sábado, me quité el costal por última vez, junto a la calle que me vió crecer.
    Una pelea consigo mismo es lo que tiene cada costalero durante cada chicotá. Y esta la perdí con un gran dolor. Olvidense de dolores de cuello, espalda o del gemelo. Fue un gran dolor en el pecho, cuando al quedarme en la acera, me di cuenta de que había terminado para mi. No llevaré a Nuestra Bendita Madre de los Ángeles por el Barrio Alto de San Juan.

    Puede que no tenga las fuerzas suficientes para aguantar debajo. O que mi forma física me juegue malas pasadas, como lesionarme un gemelo con sólo cuatro chicotás. Lo cierto es que esa pelea, la pelea de veras, la pelea de uno mismo y su ser, la pelea de un hombre con sus fuerzas, la pelea de un costalero, la perdí.

    Me duele, me duele. Pensar que el Viernes de Dolores no estaré bajo ella: Que no ayudaré a mis Hermanos de costal a pasearla, y hacer que San Juan disfrute con ella, hace que un nudo muy grande en el estómago tenga un peso enorme en mi persona.
    Sé que hoy al mirarla, ella no me lo tuvo en cuenta. Pero me apena decir que no la portaré sobre mi cuello. Que será la única advocación sanjuanera, que no gustaré de lucirla por las calles de mi pueblo.

    Con todo, gracias por todo a mi Hermandad. Gracias a mi Hermano Mayor, Dioni te quiero y lo sabes. Gracias mi capataz y segundo, por darme la oportunidad de levantar un paso una vez más.

    Espero tener la oportunidad de darle al costal, algo de todo lo que me ha dado a mi.

    ¡COSTALERO UNA VEZ, COSTALERO PARA SIEMPRE!

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